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Referencias simbólicas, mitos y leyendas Pasto

hotel en pasto vincent suitesPor razones históricas, metafísicos y geográficas el volcán tiene una dimensión simbólica. Expresa una sistema de valores comunes y por esto se lo visita, a manera de peregrinaje, como si se tratara de un lugar santo.

Como elemento mayor del relieve, el volcán sirve de referencia y de orientación visual para quienes habitan y se desplazan a su alrededor. Permite definir, como un enorme faro, la posición en que uno se encuentra, o saber que ya se pasado por ahí, constatar que se regresa a un lugar conocido, a un entorno familiar. El territorio del volcán Galeras constituye un medio de supervivencia para muchas familias a través de las actividades agrícolas. La calidad del suelo, los microclimas, son medios preciosos para el campesino. Algunos conviven con el volcán como lugar de trabajo, de existencia común desde generaciones pasadas. El arraigo, a la vez espacial y sociológico, es mayor en el campo. Poblados como Abonuco, Jenoy, Anganoy, Chaguarbamba (hoy Nariño) nacieron casi al mismo tiempo de fundada Pasto, es decir, hace más de 500 años.

En diversas culturas indígenas del mundo se ha creído que en los volcanes habitan espiritus, varias divinidades o un dios en especial. Entre los aborígenes andinos, que han vivido bajo su influencia, se cumple un ciclo ritual con múltiples significaciones que integra elementos significaciones que integra elementos rítmicos y cantos en torno al volcán; se les hacían ofrendas, a veces con sacrificios humanos. Gonzalo Rubio Orbe explica que los indígenas de Punyaro (Ecuador) orientaban sus casas “para ver al Taita Imbabura que nos da el alimento y cuida los frutos”; “desde los abuelos de mis abuelos que las casas deben dar la cara al Taita Imbabura, así le saludamos al levantar de la cama; así no se enoja y nos ayuda”. A él le piden agua en los tiempos de sequía: “Taita Imbambura yacuguta carai” (viejo Imbabura dadnos agua).

Cuando el Taita volcán se enojaba y se sacudía arrojando piedras le ofrecían en sacrificio un niño auca (niño no bautizado, en quechua). El volcán también podía recibir una muchacha virgen. Un rito de iniciación para los jóvenes que aspiraban a convertirse en Taitas era subir biringos (desnudos) a la cima del Taita volcán donde permanecían siete noches para adquirir el conocimiento de la vida y la fuerza física para contrarrestar el hambre y el frio.

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